La creación y la Salvación

La creación_Blog.png

Para el apóstol Pablo las tribulaciones presentes no podían borrar, cancelar, ni detener la salvación universal que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo habían ya realizado para el mundo. Esa realidad innegable e ineludible le dan a Pablo la convicción necesaria para enfrentar las más duras experiencias de la vida sin perder la fe, la esperanza y el gozo. 

Sin embargo, también esa misma convicción evitó que Pablo viera con sospechas la creación o interpretara los acontecimientos de su presente como indicios de una creación antagónica al plan de salvación.  Ese conocimiento revelado en Cristo además se manifiesta en una relación armoniosa entre el ser humano y la creación. 

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 

Romanos 8.18 (RVR60) 

En el plan de salvación también opera y participa activamente la creación.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 

Romanos 8.19-21 (RVR60) 

De manera que la creación está activamente a la espera la redención universal. El rescate del ser humano y de ella misma que, por amor al mundo, Jesús confirmó.  No solo por nosotros y nosotras; también por el mundo. Hay que recordar que fuimos creados del polvo, o sea, de la tierra misma. En ese sentido la creación nos acompaña en la espera de la redención pues compartimos su propia sustancia.

En estos tiempos de la pandemia hemos visto delfines que nadan por Venecia y animales que caminan libremente por las ciudades del mundo. Tal parece que hasta disfrutan de una libertad que no tenían hace tiempo. Una libertad que no tienen por causa del pecado que el ser humano carga adentro como un virus letal que lo aniquila a él y a la creación, que sufre por su causa. Ese virus es el pecado.

Pero hay un pueblo que reconoce esta realidad y se pone de acuerdo con la creación. Anhela y gime junto a ella por la redención. Cree y confía que seremos liberados totalmente del pecado. Eso Dios lo ha hecho posible en Cristo Jesús. 

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 

Romanos 8.22–23 (RVR60)

 La creación gime junto a nosotros. No está en contra de nosotros, sino que, sufre juntamente con nosotros. Así que la salvación además de ser personal es comunitaria, es de todos y todas.  Además de incluir al ser humano, también incluye la creación misma.

Ese aspecto universal de la salvación lo vemos en el libro de Jonás. Al final, Dios mismo le declara a Jonás que se manifestó su misericordia aun para salvar a las bestias de Nínive.  

¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales? 

Jonás 4.11 (RVR60)

 Utilizar los recursos naturales sin responsabilidad, sin considerar las generaciones futuras es sin duda una actitud que no está en sintonía con la Palabra de Dios que entiende que todo es de Dios por ser creación de Dios. Esta es sin duda una consecuencia de la distancia que el pecado ha generado entre Dios, el ser humano y su creación. La tierra, los ríos, el mar, el cielo no son míos, ni para el beneficio de pocos. Según la Palabra, son nuestra responsabilidad y una espiritualidad saludable es aquella que produce armonía entre Dios, el ser humano y la creación.  

 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.

Romanos 8.14 (RVR60)  

 Hay una canción que tiene una frase que dice: “Tú no puedes comprar el viento, tú no puedes comprar el sol, tú no puedes comprar la lluvia, tú no puedes comprar el calor, tú no puedes comprar las nubes, tú no puedes comprar los colores, tú no puedes comprar mi alegría, tú no puedes comprar mis dolores”.  

 El Señor de todo es Jesucristo, el dueño y el que finalmente nos redime a todos y todas. Nos redimirá el Señor del pecado que nos asedia, que nos separa y destruye. Del egoísmo que nos enferma. Ninguna plaga, enfermedad, huracán, temblor evitará el triunfo de Cristo y el de los que andan por fe.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. 

 Romanos 8.37–39 (RVR60) 

 Llegará el momento en el cual los delfines podrán nadar por doquier y los animales podrán moverse libremente por las calles junto a nosotros, sin temor de nosotros. Porque habrá justicia, paz y salud; pues la salvación se habrá manifestado plenamente en el Universo.

 ¡Que el Señor les bendiga!